Reseñas Críticas

Reseñas

Ángel Valbuena Prat: Historia de la literatura española, vol. IV, 8ª ed., Barcelona: Gustavo Gili, 1968, pp. 1109-1113.

En este lema (Mujer, límite y fuga, y silencio de Dios) considero inscrito a uno de los mejores poetas actuales, Rafael Guillén… Es un verdadero y constante poeta, y una plena representación de lo individual en la circunstancia de toda una época.

José Luis Ortiz de Lanzagorta: «Aproximación a los Límites de Rafael Guillén», El Correo de Andalucía (Sevilla), 17 de diciembre (1971).

Intuición poética que en Guillén (moderadamente barroco en la forma, andaluz oriental y sobrio) se fundamenta en esencias conceptuales. Ahora bien, la identificación de estos valores significativos (el uso de la expresión poética en ellos contenidos), adquieren en Guillén categoría técnica de poeta de gran aliento. Una, digamos, sabiduría idiomática, quizás en parte sin predominio de lo consciente, pero que hace evidente su instinto –su lúcido instinto– para articular la sustancia misma de la expresión. Un olfato, un rastreo, un asedio del signo lingüístico fundido, articulado más allá de su objetivo instrumental, a ese sentido incontenible que decíamos antes, transciende el objeto mismo que la palabra menciona.

Emilio Miró: «Rafael Guillén», Ínsula (Madrid), 311 (1972).

Léxico concretísimo que está siempre equilibrando el tirón del intelectualismo, de una cierta abstracción a la que puede propender la meditación y el análisis del amor… La realidad, la presencia de la carne alcanza en Los vientos algunos de los mejores momentos de la poesía española de estos años.

Fanny Rubio: «Rafael Guillén, poeta de posguerra», Ideal (Granada), 11 de noviembre (1973).

El año 1964 es una fecha clave para la poesía de Rafael Guillén. Gesto segundo y Tercer gesto dan la medida del compromiso del poeta. Es este mismo año cuando desde Granada, como tantas provincias desconectada del penúltimo viento literario, la poesía de Rafael Guillén tiene conexiones palpables con aquella Poesía última que bajo la dirección de Ribes recogía la voz de Cabañero, Claudio Rodríguez, Sahagún, Caballero Bonald, López Pacheco y Goytisolo.

Enrique Molina Campos: «La elocuente sabiduría de Rafael Guillén», Nueva Estafeta (Madrid), 13 (1979), 92-95.

El poema, en Moheda, que en general mantiene la forma métrica habitual en los últimos libros de Guillén, suele estar estructurado de la manera siguiente: un plano real «relativo» en el que figuran incluso nombres propios, un plano absoluto en el que se expone (poéticamente, por supuesto) el «proyecto» metafísico, y un plano medio, traslaticio, en el que lo concreto transciende y funde realidad relativa y absoluta. El procedimiento es complicado, y su estudio, juntamente con el estudio de las apoyaturas semánticas y léxicas en que se articula, exige un trabajo de mucha más envergadura que el presente.

Antonio Buero Vallejo: «Rafael Guillén», en Obra completa, tomo II, Poesía, narrativa, ensayo y artículos, Madrid: Espasa Calpe, 1994, pp. 1038-1040.

«Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo», ha dicho Rafael Guillén en uno de sus más hondos poemas. Cierto. Mas esa belleza nos redime, nos permite «ser un instante» libres del melancólico perecer de cada segundo… Releo, aquí o allá, versos vivísimos, y me parecen recientes conocidos. Los que se refieren a las calles del Albaycín, por ejemplo, que «van todas para abajo y ninguna para arriba»; los de aquel perro «que se detiene, pensando si va o si viene»; la inesperada greguería de los «cipreses de caramelo / para el cielo de la boca». O aquellos otros de El gesto, pozos humanos donde todos podemos mirarnos, como los que dicen: «Mil años esperé frente a mi puerta / y yo, que estaba dentro, no me abría». Paso a otro libro y encuentro esta singular luz: «Medidme por las cosas que no tengo». Hoja tras hoja se suman los destellos: de pronto, «contra la esquina, un viejo de madera / lía otra vez la vida en el cigarro». Y agazapada en los rincones de poemas y libros, una palabra recurrente: «nada«. Puesta con tacto finísimo, de paso y como quien no quiere la cosa, forma una recatada cadena de estremecimientos sin retórica: las trémulas vértebras que ocultan la médula del poeta.

Francisco J. Peñas-Bermejo: «La configuración de lo perdido en la poesía de Rafael Guillén», Alaluz (Riverside CA), año XXVII, 2 (1995), 41-50.

La configuración de lo perdido. Antología, es también el título de un poema suyo excepcional, porque sirve de gozne a multitud de ámbitos en su poesía. Este poema del libro Límites amplía una de las ideas fundamentales del pensamiento de Jean-Paul Sartre, aquélla que se refiere a la subjetividad del ser humano y su condena a la libertad y a la elección. Una vez que se elige, el resto de las posibilidades de elección queda anulado, porque lo que no es posible es no elegir. Rafael Guillén coincide con Sartre en este planteamiento en el que un acto de elección suprime a los otros, pero a diferencia de Sartre, Guillén tendrá una consciente lucidez de que lo elegido implica pérdida, desahucio, dolor, muerte de lo otro posible y, por tanto, límite del ser.

Julia Uceda: «Anotaciones para una lectura de la poesía de Rafael Guillén», en Rafael Guillén: La configuración de lo perdido. Antología 1957-1995, El Ferrol, 1995, pp. 9-18.

El tiempo no ha dejado de ser uno de los grandes temas de la poesía y del arte en general, puesto que el hombre no es otra cosa que tiempo y memoria. Pero en Guillén se da un matiz que, en cierto sentido, parece modificar al tiempo: el espacio. Rafael Guillén crea espacios donde hubo o pudo haber tiempo. Busca espacios para asentar lo verdadero aunque esa verdad no haya llegado a ser histórica… Estas notas me parecerían incompletas si en ellas no me detuviese en lo que he llamado rito mágico de la configuración ni en el concepto de que aquello que no pudo ser histórico sea también verdadero en su poesía… Poesía difícil la de Rafael Guillén que siempre va directa a lo indirecto, metáfora del mundo en la que éste parece aún más verdadero.

Manuel Jurado: «Recuperación de lo perdido», Córdoba. Cuadernos del Sur (Córdoba), 14 de marzo (1996).

Quedaría exclusivamente muy circunscrita la poesía de Rafael Guillén si la interpretáramos sólo desde estos presupuestos «excesivamente existencialista». Hay que reclamar un análisis, cuando menos simultáneo, del elemento mágico en los poemas guillenianos. Precisamente por esa misma configuración de lo perdido. Lo no patente encierra una dosis de inquietante magia, de incertidumbre de lo milagroso o lo misterioso. El misterio está patente en el ámbito de lo no evidente, de lo dado por perdido, ¿de lo rechazado? Las evidencias realistas, en el caso de la poesía de Guillén, no eliminan ese registro capaz de desarrollar la sorpresa.

Antonio Costa Gómez: «Entre el fuego y el humo», La Estafeta Literaria (Madrid), 5-6 (1998), 64.

Rafael Guillén publica un libro extraordinario, Los estados transparentes, que en su versión incompleta de 1993 había alcanzado el Premio Nacional de Literatura… Desde el primer poema hay una tensión emotiva sin cesar a base de encabalgamientos sucesivos y un léxico denso que no usa la superabundancia sino la esencialidad y la hondura, además de unas imágenes tenues y profundas que captan relaciones prodigiosas e iluminadoras… El mundo entero se encuentra en vilo, en trance, iluminado, ante esta mirada acuosa, esta poesía silenciosa, de términos desnudos, y el mundo se muestra como infinitos mundos, el tiempo repleto de resonancias, y la materia llena de atención. Es uno de los pocos libros que realmente trastorna y añade algo en nuestro interior, abre alguna puerta.

Eduardo Moga: «La poesía transparente de Rafael Guillén», Calas. Revista de literatura del Centro Cultural Generación del 27 (Málaga), 5 (5 de junio de 1999), 155-169.

Los estados transparentes es un ajuste de cuentas con la realidad; esa realidad que nos estraga, que nos confina en lo uno, en el árido aquí, en la devastación del instante; esa realidad excesiva donde el vacío pesa y todas las ausencias se hacen yo. El poemario propone un viaje por lo cerrado, por el ser tiránico del universo físico, por la espesura de las cosas y de su destrucción. Pero no se trata, paradójicamente, de un viaje hermético, sino, antes bien, de una penetración alada, nítida, que se nutre de una pupila estricta y una consciencia movilísima, hecha de ligereza y ruptura, cuyo fin último es «vencer las restricciones de lo real», como acertadamente señala Francisco J. Peñas-Bermejo en el estudio introductorio del libro.

Los estados transparentes representa, en suma, un acontecimiento mayor en la más reciente poesía española.

Manuel Alvar: «Cerrado para muchos», Cauda. Leer para el recuerdo, Murcia: Universidad, 2000, pp. 177-180.

Rafael Guillén es un poeta de excepción. Emitir este juicio tras muchos años de trabajos y no menos de veinticinco libros poéticos es una afirmación que fácilmente puede sustentarse… A partir de Variaciones temporales (1983) la poesía de Rafael Guillén es una mirada hacia el futuro; no al pasado, no al presente, sino al anuncio de una futura revelación… Se ha partido de un dolor inmediato que tiene voz propia y bellísima, de va desnudando de motivos concretos, se llega a una fusión ontológica con un morir que empezó siendo una presencia inmaterial y ahora son todos los sentidos trascendidos. Hermosamente dichos y con una emoción que se ha prendido en cada palabra para que, en todo momento, supiera expresar el alma del poeta.

Michael Yates: «I’m Speaking: Selected Poems. By Rafael Guillén», www.Alsop Review (revista en línea), noviembre 2001; traducción al español en Ficciones (Granada), 9 (2002), 29-31.

I’m Speaking es el mejor libro de poesía que he visto en veinticinco años. Cuando me sorprendo blasfemando e insultando al poeta por escribir versos que yo debería haber escrito, sé que estoy frente algo muy importante. El hijo de perra. Desearía saber más maldiciones de camellero.

Hablando como traductor, siempre he mantenido que el objeto del proceso es crear una poesía que sea espléndida en inglés (este es el caso), encontrando alma y argumento en otro recinto de la Torre de Babel… Como Browning y muchos otros, Guillén escribe poemas como «Signos en el polvo» que se resisten a ser recordados sólo por una imagen o por un verso. Sin embargo, sus poemas más resonantes son los más resueltos en imagen y acompañados por «el verso poderoso» de Marlovian.

Este es un poeta que, en la línea de Joyce, «…lo ha leído todo y no ha olvidado nada». Sus argumentos se mueven a veces con indicios de Amichai y a veces con alguno de Milosz (especialmente de su última obra). Uno sabe que ha leído a los simbolistas desde La Forgue pasando por Rilke hasta Stevens y Roethke. Sin embargo, en Guillén metafóricamente predomina la razón más que en cualquiera de ellos.

Stephen Dobyns: «I’m Speaking: Selected Poems by Rafael Guillén», Harvard Review (Cambridge, MA), 22 (2002), 192-194.

En la obra de Guillén hay un trallazo de emoción que uno no encuentra ni en la poesía de los Estados Unidos ni en la de otras partes de España… A menudo parece que sus poemas son impulsados por un terror a lo que no existe –no me refiero a la muerte, la muerte es fácil–, a la forma en que una sombra solo existe parcialmente, como si el narrador temiese estar hecho de humo, o como si sintiese que sus percepciones no las comparte con nadie; no porque sean especiales, sino porque no tienden ningún puente a su aislamiento existencial, como si todos fuéramos fantasmas que tratan de tocarse y ven cómo sus manos pasan a través unos de otros.

De nuevo pienso que ningún americano tendría el coraje de escribir el verso «Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo». No porque sea un gran verso o porque los americanos sean cobardes, sino por la fuerza de expresión del estado emocional… En Guillén he encontrado a un poeta maravilloso. Su trabajo también desafía supuestos que tengo acerca de lo que puede y no puede hacerse en poesía. Cuando lo veo salirse con la suya en algo en lo que yo pensaba que no sería capaz, tengo que preguntarme, ¿de dónde vienen mis ideas? Leer a la mayoría de mis contemporáneos americanos es como vivir en una pequeña ciudad –crecí provinciano–. Tanto como leer a Guillén por placer, necesito leerlo para ver lo que es posible en poesía; lo que yo, como poeta, trato de alcanzar.

Manuel Rico: «Tiempo de niebla», El País. Babelia, (Madrid), 18 de enero (2003).

La concesión, en 1994, del Premio Nacional de Poesía a Los estados transparentes supuso el reconocimiento a la labor de un poeta que había construido, a lo largo de casi medio siglo, una obra abundante y diversa…

Será a partir de Gesto (1964) y del ciclo que con ese libro inaugura cuando decantará lo esencial de su estilo y de su apuesta: la fusión de la preocupación social, con una inquietud formal sustentada en un barroquismo contenido. En 1971 inició, con Límites, un serio trabajo de indagación en la experiencia humana, abriendo paso a una poesía existencial con derivas hacia lo metafísico. Los estados transparentes fue la segunda entrega del ciclo y con este Las edades del frío cierra la trilogía…

Estamos ante un libro intenso y perturbador. Y, sin duda, necesario.

José Antonio Gómez Marín: «Ciencia, arte, letras», El Mundo (Madrid), 24 de enero (2003).

El poeta granadino Rafael Guillén, que acaba de publicar un espléndido libro titulado Las edades del frío, se confesaba el otro día aquí mismo, en el «devocionario» de Juan María Rodríguez, diciendo cosas magníficas de ésas que, desde la antigüedad más remota, sólo son capaces de decir los poetas y los físicos…

Es posible que la entraña de lo real sólo sea expresable en términos líricos, como es un grave error contraponer ciencia con misterio, es decir, aferrarse a la idea de que la mente ha de moverse por fuerza entre esos dos polos que no son antípodas sino superpuestos, como tantas evidencias nos demuestran hoy…

Guillén lleva razón en que el saber del hombre, su conocimiento, camina hacia la unidad primordial que en un indescifrable momento debió hacerse trizas en la mente enigmática del Deus absconditus.

Diego Pablo Ruiz Padillo: «Física y poesía en el siglo XXI. Las edades del frío de Rafael Guillén», El Fingidor (Granada), año V, 18 (2003).

A diferencia de la parcelación del conocimiento propio del saber durante los siglos XVI al XX, Rafael Guillén, en esta obra, continúa dando paso a la poesía del nuevo siglo, el XXI, en la que se superan las viejas distinciones entre saberes, en aras de un estudio de la realidad global, tal y como los filósofos clásicos habían planteado.

El espacio y el tiempo son independientes de los cuerpos, que están y se mueven en su seno. El cambio, el devenir y el tiempo es pura ilusión, pues no había nada que no estuviese ya antes. Este mecanicismo radical se rompió en el siglo XX por tres frentes, que aparecen reflejados en la obra de Rafael Guillén.

Luis García Jambrina: «Singularidad creadora. Estado de palabra. Antología poética (1956-2002)», ABC. Blanco y Negro Cultural (Madrid), 19 de julio (2003).

La trayectoria poética de Rafael Guillén es una de las más singulares, complejas y atractivas de la poesía española contemporánea…

Esta magnífica edición [Estado de palabra. Antología poética 1956-2002] es una buena oportunidad para aquellos que quieran acercarse, por primera vez, a la «singularidad creadora» de este gran poeta, y una propuesta de lectura muy sugerente y original para los que ya la hayan frecuentado antes.

Jesús Bregante: Literatura española. Diccionario Espasa, Madrid: Espasa, 2003, p. 403.

Con una obra al margen de las modas y preocupada, desde una perspectiva existencial y trascendente, tanto de los problemas sociales como del amor, se ha confirmado como uno de los grandes poetas de los últimos años. Practica tanto las métricas y ritmos clásicos, cuanto el verso libre, en una indagación constante sobre el tiempo y la existencia. Sus versos, de sintaxis lenta y trabada, crean atmósferas obsesivas y misteriosas.

Antonio: Sánchez Trigueros: «Rafael Guillén en el Carmen Rodríguez-Acosta», en La pluma en el dintel, Granada: Universidad, 2008.

Rafael Guillén responde al siguiente retrato crítico-literario que me atrevo a diseñar: poeta de la palabra precisa y de la versatilidad expresiva, poeta de tradición, moderno y vanguardista, distanciado de modas, poeta de la sorpresa en cada rincón del poema, poeta reflexivo, indagador del ser en la palabra, poeta del tiempo como proceso de vida y como proceso de muerte, poeta del amor más allá de la arruga, poeta de la duda, poeta que trastorna, que perturba, poeta solidario, poeta elegíaco, poeta de los vacíos expresivos, de lo perdido y recuperado por la palabra, poeta de la luz, de los sentidos, poeta de los límites, poeta de los mil temas y los mil matices, poeta, en suma (y son palabras suyas) para quien la poesía no es sino una manera de respirar.

María del Pilar Palomo: «La palabra y el cosmos en la obra de Rafael Guillén», en Rafael Guillén: Obras Completas, vol. I. Poesía, Granada: Almed, 2010, pp. 9-60.

El «tiempo simultáneo» guilleniano es, tal vez, la concepción más rotundamente original de su cosmovisión y, lógicamente, ha sido destacada por gran parte de la crítica, sobre todo a partir de la publicación de Las edades del frío . Esta oposición a Manrique, casi en cita textual («esta otra vida nuestra / que está ahí sin nosotros, / que corre sin nosotros, como un río que no llega hasta el mar, que es el morir, / porque subsiste sin haber nacido») coloca la Guillén en una doble posición. Por un lado, la apelación al río manriqueño era obvio que tendría que aparecer. Y, por otro, su oposición a la concepción acrisolada del tiempo como un movimiento de agua que fluye, en el viejo símbolo río = vida, que, tras Heráclito, cubre la literatura occidental… Los «iniciados», que contemplan el pasado y el futuro –en quietud simultánea o en movimiento–, son los que por el «presagio», el presentimiento, la profecía, han visto levantarse ante sus ojos ese lienzo que esconde el espacio y el tiempo futuros.

Francisco Morales Lomas: «Humanismo, metafísica e incertidumbre en la lírica cósmica de Rafael Guillén». En Rafael Guillén: Ser un instante. Antología poética 1956 -2010, Málaga: Fundación Unicaja, 2011, pp. 9-86 (Clásicos contemporáneos de poesía).

La lírica del granadino Rafael Guillén es uno de los acontecimientos poéticos más importantes de los últimos años. Su lenguaje del sur ha enriquecido la lírica española a la que ha dotado de una profundidad en lo esencial, en el núcleo de los temas que han preocupado históricamente al ser humano: el amor, el tiempo, la materia, el sentido de la existencia, nuestra necesidad de conocimiento y nuestra soledad ante los avatares del mundo con esa duda metódica que aspira a la esperanza.

Túa Blesa: «Versos para los momentos perdidos», El Cultural de El Mundo (Madrid), 11 de noviembre (2011).

Así, memorabilidad e intensidad impregnan estas páginas, además del potente lirismo de la escritura de Rafael Guillén, expresión de una intuición de la sensación y de la palabra, además de su bien demostrado sentido del ritmo.

Jenaro Talens: «También se entierra la semilla», en Rafael Guillén: El otro lado de la niebla. Trilogía y coda, Madrid: Salto de Página, 2013, pp. 5-13.

A finales de la década de los años sesenta y coincidiendo con el desembarco en la escena cultural de la mal llamada generación novísima, Rafael Guillén iniciaría con Límites lo que constituye la parte más original y ambiciosa de su trayectoria… En esos momentos de cambio de paradigma en la concepción de la poesía que se producía en este país, lo que Rafael Guillén pone en evidencia es el carácter de indagación gnoseológica que tiene, fundamentalmente, el hecho mismo de escribir.

Gilda Perretta: «Naturaleza de lo invisible. La poesía de Rafael Guillén», Prosemas. Revista de Estudios Poéticos (Oviedo), 2 (2016), 265-268.

Su poesía surge de hecho de un profundo asombro ante la vida y la realidad que nos rodea y de una sed de conocimiento que lo lleva a indagar, a través del acto creativo, en tres ámbitos de lo real: la vida íntima del poeta, la realidad externa y cotidiana en la que éste se mueve y una realidad intangible e invisible que podría estar más allá de lo que podemos percibir, esa «realidad que escapa a nuestra conciencia y a nuestros sentidos».

Francisco J. Peñas-Bermejo: «“Iza el amor sus poderosas velas” en el siglo XXI», en José Jurado Morales (ed.): Naturaleza de lo invisible. La poesía de Rafael Guillén, Madrid: Visor Libros y Universidad de Cádiz, 2016, pp. 332-333.

Envolver materia y tiempo para forjar desde la inmediatez de lo tangible, de ese «navegar por la materia / de ese cuerpo desnudo; / abismarse en el tacto / de esa cálida piel», la trascendencia del amor en un ámbito sin lugares ni tiempos que conjugue lo explícito y lo implícito con cadencia y aroma novedosos, cimienta a Rafael Guillén como uno de los mejores poetas de amor de la lírica española de todos las épocas.

Álvaro Salvador: «Lo coloquial sublime en la poesía de Rafael Guillén», en José Jurado Morales (ed.): Naturaleza de lo invisible. La poesía de Rafael Guillén, Madrid: Visor Libros y Universidad de Cádiz, 2016, p. 34.

Sin caer en la metafísica, pero muy cerca de la fenomenología, esta última poesía de Guillén intenta encontrar respuestas a través de la literatura para algunas de las más acuciantes cuestiones que preocupan al ser humano contemporáneo: desde el existencial sentido de la vida a la derogación de los límites en la percepción del tiempo y el espacio, que no son sentidos ni representados por el poeta como continuos, sucesivos, únicos o delimitados, sino con las posibilidades de la simultaneidad, la repetición, la virtualidad, la circularidad, etc.

María Payeras Grau: «Multiplicidad espacial y transformación material en Los estados transparentes», en José Jurado Morales (ed.): Naturaleza de lo invisible. La poesía de Rafael Guillén, Madrid: Visor Libros y Universidad de Cádiz, 2016, pp. 194 y 197.

Las proposiciones científicas conducen al poeta a la observación, legitiman sus intuiciones y conducen a verbalizar percepciones que proceden, no del análisis racional, sino de la vivencia subjetiva de determinadas experiencias.

La idea de la interrelación entre los distintos planos de la realidad en un mismo espacio genera en la poética guilleniana un discurso característico que engloba en una mirada abarcadora lo tangible y lo intangible como parte de una realidad total cuyos límites se perciben cada vez más difuminados

Francisco Ruiz Noguera: «Rafael Guillén: alarife de sombras», en José Jurado Morales (ed.): Naturaleza de lo invisible. La poesía de Rafael Guillén, Madrid: Visor Libros y Universidad de Cádiz, 2016, p. 83.

Está claro que esto que digo más que análisis es confidencia de un deslumbramiento: el relato de mi conocimiento de la poesía de Rafael Guillén.

Y a aquellas alturas del camino –de aquel camino que, de escalón en escalón, me llevó a Límites– tenía ya un convencimiento: estaba ante la obra de un gran poeta.

María del Carmen García Tejera: «Rafael Guillén en estado de poesía», en José Jurado Morales (ed.): Naturaleza de lo invisible. La poesía de Rafael Guillén, Madrid: Visor Libros, 2016, p. 60.

Y en este punto hay que poner de manifiesto la versatilidad, la vitalidad de la voz poética de Rafael Guillén…Lejos de conformarse de vivir de las rentas de su extensa vida como poeta, emprende un ambicioso proyecto creativo (que aproximadamente arranca en 1968) en el que, apoyado en teorías científicas (por ejemplo la teoría e la relatividad de Einstein, o en las de la moderna física cuántica), se propone romper esas fronteras –esos «límites»– que separan las ciencias de las artes y de las letras.

Ángel L. Prieto de Paula: «Unas palabras para Rafael Guillén (y una reflexión general sobre la poesía», en José Jurado Morales (ed.): Naturaleza de lo invisible. La poesía de Rafael Guillén, Madrid: Visor Libros y Universidad de Cádiz, 2016, p. 39.

Entiendo que hay algunos (poetas) que conforman el mantillo de la literatura, en tanto que otros son poetas fundantes: aquellos que inventan –en el sentido habitual más próximo a «crear» una realidad– y que inventan –en el sentido etimológico de toparse o encontrarse con algo que solo surge al írsele dando curso a través de las palabras–. Para mí, Los estados transparentes constituyó una lectura esencial y situó a su autor en un lugar de privilegio entre los poetas fundamentales; y ello estrictamente por los valores poéticos del libro.

José Jurado Morales: «La poesía de Rafael Guillén. Hacia un vértigo estético y metafísico», en José Jurado Morales (ed.): Naturaleza de lo invisible. La poesía de Rafael Guillén, Madrid: Visor Libros y Universidad de Cádiz, 2016, p. 8.

No hay demasiados poetas recientes y actuales que hayan ofrecido una propuesta tan renovadora y sugerente, que hayan querido revitalizar los contenidos tradicionales de la poesía con tanto empeño y convencimiento. Con un lenguaje literario muy trabajado y siempre apoyado en el poder connotativo y trascendental de la imagen poética, Guillén parte de la intuición para acceder a las caras ocultas de la realidad concreta, para alcanzar, como él mismo detalla en la edición de El otro lado de la niebla, «una comprensión unitaria –conceptual y física– del universo».

Ángel L. Prieto de Paula: «Rafael Guillén. Semblanza crítica», Madrid: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes [en línea], <http://www.cervantesvirtual.com/obra/rafael-guillen-semblanza-critica/>, [consulta: 10/07/2017].

La poesía de Rafael Guillén establece un diálogo creativo con diversas tradiciones líricas, según la entonación y los nudos temáticos elegidos en cada caso. Es frecuente observar en una misma composición la simbiosis de dos de los motivos más frecuentados y mejor conseguidos, el del amor y el de la elegía, en espléndidas construcciones donde el erotismo o la ternura están tamizados –pero también intensificados– por el sentimiento de la pérdida o de la degradación provocada por el discurrir del tiempo… Es una poesía de fuerte impregnación melancólica, que parece provenir, tanto como de la conciencia acuciante de la temporalidad, de la imposibilidad humana de habitar todos los espacios y de vivir todas las vidas. Métricamente, los versos en que lo anterior se canaliza se caracterizan por el rigor; no por la rigidez, de la que los salva el dominio de las formas, pero también las ocasionales rupturas del discurso sintáctico, las sincopaciones en la cadencia armónica y los abundantes encabalgamientos que coadyuvan a la concatenación dinámica de los contenidos y a la ductilidad musical del fraseo.